El 8 de octubre de 1967 fue el día que mataron a Ernesto Che Guevara en La Higuera, Bolivia.
Desde aquel entonces la imagen del Che se plasmó en remeras, bolsos, tatuajes, pins, entre otras tantas cosas.
El Che murió luchando por un ideal.
Juan Manuel Strassburger, periodista del suplemento NO de Página 12 escribió un articulo en el que analiza la actualidad del Che, la juventud y el rock
A 40 años de la muerte del che guevara
Más que una remera rockera
Icono de los años ’60 y ’70, estampa de los ’80, bandera rockera de los ’90, fondo de pantalla en los ’00, el Che Guevara se reconvierte según pasan los años, y el mundo de la música admira su militancia y su coherencia.
Si el Che viviera, ¿sería rockero? La respuesta no se cae tan de maduro si se tiene en cuenta que, desde que fue apresado y ejecutado en la escuelita de La Higuera en la selva boliviana hace cuarenta años, su iconografía no dejó de crecer en la cultura pop; aunque para el comunismo revolucionario el rocanrol era un elemento extranjerizante del imperialismo (y habría que preguntarse cuánta razón tenían). Desde posters y remeras de Dior –como ironizaban Los Piojos en Esquina Libertad (1996)–- hasta citas multicolores en portadas de discos, revistas, gigantografías, videos y publicidades, casi no hubo lenguaje o soporte mediático que no tuviera a Ernesto Guevara de la Serna –su barba, su boina y su mirada al infinito, tal cual lo inmortalizó la famosa foto de Alberto Korda– como protagonista central. En ese sentido, el Festival Homenaje –a realizarse este domingo en Plaza de Mayo con La 25, Las Manos de Filippi, Karamelo Santo y Aztecas Tupro, entre otras bandas de rock, reggae, ska, tango y hasta folklore– parecería venir a reclamar lo que es propio: el Che como rock, y el rock inspirado en el Che.
Y es que, si bien es cierto que Guevara nunca tuvo mucha onda con el rock (no comulgaba con el rock sexual de Elvis, ni con la histeria teen de los primeros Beatles, y ciertamente resulta difícil imaginárselo afín a los viajes psicodélicos de los ‘60 o al anarquismo negativista del primer punk, menos que menos al divertimento light de los burbujeantes ‘80 o al nihilismo sintético de las raves), pocas figuras encarnaron tan bien el ideal de rebeldía como el Che. ¿Qué lo hizo tan irresistible para el paladar rockero? ¿Su programa revolucionario? ¿Su muerte joven y trágica? ¿Su pinta? Seguramente un poco de todo eso, aunque la clave tal vez esté en su indiscutible coherencia ético-ideológica.
En un movimiento contracultural que terminó haciendo de la permanencia (Rolling Stones, AC/DC, Pappo, La Renga “el Che es un chabón grosso”) un valor central, ¿qué rasgo más guevarista puede haber que el de no venderse nunca y morirse con la suya (o incluso su contracara conservadora: no cambiar nunca)? La prueba está en que, más allá de que se conozca a fondo (o no) su ideario, al fan ocasional le basta con estar al tanto de la fidelidad que demostró el Che hacia su causa para llevarlo en una remera y admirarlo.
Más que una remera rockera
Icono de los años ’60 y ’70, estampa de los ’80, bandera rockera de los ’90, fondo de pantalla en los ’00, el Che Guevara se reconvierte según pasan los años, y el mundo de la música admira su militancia y su coherencia.
Si el Che viviera, ¿sería rockero? La respuesta no se cae tan de maduro si se tiene en cuenta que, desde que fue apresado y ejecutado en la escuelita de La Higuera en la selva boliviana hace cuarenta años, su iconografía no dejó de crecer en la cultura pop; aunque para el comunismo revolucionario el rocanrol era un elemento extranjerizante del imperialismo (y habría que preguntarse cuánta razón tenían). Desde posters y remeras de Dior –como ironizaban Los Piojos en Esquina Libertad (1996)–- hasta citas multicolores en portadas de discos, revistas, gigantografías, videos y publicidades, casi no hubo lenguaje o soporte mediático que no tuviera a Ernesto Guevara de la Serna –su barba, su boina y su mirada al infinito, tal cual lo inmortalizó la famosa foto de Alberto Korda– como protagonista central. En ese sentido, el Festival Homenaje –a realizarse este domingo en Plaza de Mayo con La 25, Las Manos de Filippi, Karamelo Santo y Aztecas Tupro, entre otras bandas de rock, reggae, ska, tango y hasta folklore– parecería venir a reclamar lo que es propio: el Che como rock, y el rock inspirado en el Che.
Y es que, si bien es cierto que Guevara nunca tuvo mucha onda con el rock (no comulgaba con el rock sexual de Elvis, ni con la histeria teen de los primeros Beatles, y ciertamente resulta difícil imaginárselo afín a los viajes psicodélicos de los ‘60 o al anarquismo negativista del primer punk, menos que menos al divertimento light de los burbujeantes ‘80 o al nihilismo sintético de las raves), pocas figuras encarnaron tan bien el ideal de rebeldía como el Che. ¿Qué lo hizo tan irresistible para el paladar rockero? ¿Su programa revolucionario? ¿Su muerte joven y trágica? ¿Su pinta? Seguramente un poco de todo eso, aunque la clave tal vez esté en su indiscutible coherencia ético-ideológica.
En un movimiento contracultural que terminó haciendo de la permanencia (Rolling Stones, AC/DC, Pappo, La Renga “el Che es un chabón grosso”) un valor central, ¿qué rasgo más guevarista puede haber que el de no venderse nunca y morirse con la suya (o incluso su contracara conservadora: no cambiar nunca)? La prueba está en que, más allá de que se conozca a fondo (o no) su ideario, al fan ocasional le basta con estar al tanto de la fidelidad que demostró el Che hacia su causa para llevarlo en una remera y admirarlo.
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